Troceé medio pimiento rojo en tiras grandes, un pimiento verde en juliana, piqué un diente de ajo, pelé una patata para luego cortarla en trozos no muy grandes y terminé con medio tomate cortado a cuadritos. Con todo ello hice un sofrito mientras calentaba el caldo del puchero.
En este punto llegó a la cocina mi niña, la del exigente paladar, a la que le explique cual era mi intención y le di a elegir culminar el neopuchero con arroz o con fideos gordos, de los de fideguá.
-Fideos. -ordenó.
Un par de clavos, pimienta, sal y una pizca de pimentón dulce. Aprobado.
En este ambiente de fiesta culinaria le expliqué a mi niña, la de los labios dulcemente apretados, cuál había sido el motivo de mi retraso. Le había prometido llegar pronto para explicarle unos temas de derecho mercantil.
-He tenido una reunión -me excusé- . Era sobre el asunto que me puede llevar lejos durante un tiempo...
-¿Es seguro? -susurró
-No, falta que se cierre una asunto para que se abra la posibilidad. Un par de meses para saberlo, calculo. Pero parece que va tomando cuerpo.
Había terminado de comer, o eso me pareció. En realidad creo que dejó de comer...y me miró en silencio; me miró con los ojos más tristes que he visto en mi vida; con el rostro relajado, inexpresivo, alejado, hueco; y con unos labios que no he sabido si se querían abrir o cerrar... Un nudo en el estomago, un lazo en la garganta y una taquicardia sobrevenida me obligaron a dejar de comer... era otro puchero el que me absorbía.
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Después de mucho tiempo he recibido carta de Búho
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