22 ene 2009

Don Pedro Braga

- Atención, Búho...cinco, cuatro, tres, dos, uno...
Y la puerta se abrió. Desde hacia una semana aquel tipo venía todas las noches a la una en punto. Como cada noche se acercó a la barra y pidió un Chivas en vaso ancho con un hielo. Como cada noche desde hacia una semana se sentaba en el taburete del fondo de la barra y perdía la mirada en el vaso de wisky. Como cada noche iniciaba el ritual para encender un Montecristo número 4. Desde hacía una semana hacía lo mismo sin abrir la boca; pero aquella noche, y como si nos conociéramos de toda la vida, susurró "creo que es la última noche, Búho".

Como si nos moviera un resorte, Malaspulgas, Don Ángel y yo mismo nos avalanzamos hasta el final de la barra. Sin atrevernos a pronunciar palabra esperamos que Don Pedro Braga -así se llamaba- continuara la frase. Y sentenció: "me sustituyen". Después de unos segundos de denso silencio, intervino Don Ángel:

-Disculpe, Don Pedro, no sabemos a qué se dedica. Hace una semana llegó se presentó muy educádamente y nunca más habló. ¿Sería mucha indiscreción preguntarle en qué le van a sustituir?
-En la empresa -comenzó a contar lentamente el Sr. Braga- nos llaman técnicos en ventas. Somos lo que toda la vida de Dios, perdón padre, se ha llamado viajante de comercio. Los chinos y la crisis me ha llegado y las ventas no son lo que eran , por lo que la empresa ha decidido sustituirme por otra persona.
-¿Qué vende?. A Malaspulgas le picaba la curiosidad
-Lencería fina, caballero.

Los ojos de Malaspulgas se abrieron como platos. Se sentó junto al viajante e hizo un juego con los dedos señalando el wisky de Don Pedro para luego mostrarse así mismo. Le serví un JB.

-¿Pero cómo ha sido eso? -la verdad es que no sabía como consolar al vendedor y la pregunta quedó un poco forzada-
- La empresa piensa que he perdido carisma y me ha sustituido por una persona más joven, con mejor presencia y, según dicen, con mayor proximidad al cliente. En eso se equivocan. Nadie ha tenido tanta proximidad con los clientes como yo. Pero así son las cosas, señores. He quedado aquí con mi recambio, no creo que tarde. Durante esta semana le he presentado a los clientes, hemos estudiado el mercado y esta noche tomamos una copa de despedida. Mañana me marcho.

El silencio se podía cortar en el Búho de Oro. Malaspulgas se retorcía el pelo buscando una frase de consuelo, yo limpiaba la barra distraidamente y Don Ángel comenzó a tomar aire para decir unas palabras cuando la puerta se abrió.

Una silueta de mujer recortaba la luz amarillenta que llegaba del exterior. El humo no nos dejaba distinguirla mientras avanzaba, pero sus curvas y sus movimientos dejaron paralizado a Malaspulgas. Caminó con paso firme hacia nosotros y su desdibujado rostro comenzó a tomar forma. Fue entonces cuando Malaspulgas y Don Ángel giraron sus cabezas buscando mis ojos. Yo apenas pude susurrar...

-¿Pasión...?

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