El frío, la nieve y las incomodidad de las estampas navideñas me han obligado a relajar el estricto régimen con el que conseguí que los pantalones no me dolieran. Y mi niña, la interesada de buen paladar, lo ha celebrado con silenciosas sonrisas de complicidad.
Creo que me daré una semanita de margen y volveré a marcarme una dieta que no me haga olvidar lo que se sufre con la tasación alimenticia.
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