Llegué al Búho de Oro sobre las siete y media, para el cambio de turno de la tarde. Lola descansaba poco antes de las ocho e Ines acababa de llegar.
Ines es prima de Lola. Había llegado al Búho para reforzar la temporada de verano. Tenia 25 años, menuda, activa, inteligente, con arranques de carácter duro y con una permanente sonrisa que la hacia pasar por una chica dulce. Había estudiado Lenguas clásicas (lenguas muertas repetía ella) y preparaba una tesis sobre la influencia del latín y el griego en las tabernas castellanas y andaluzas durante la Edad Media.
Lola le pasó el informe a Ines:
-La mesa dos, tres y cinco acaban de llegar; la uno y la cuatro han pedido la cuenta y el resto ya han pagado. Menos la mesa del fondo. __ cuando estaba terminando la frase se acercó uno de los hombres que ocupaba la mesa del fondo, le pidió la cuenta y la abonó en la barra.
-¿Qué les has cobrado?. Me ha parecido que le has pedido 120 euros.
-Llevan toda la tarde bebiendo. Son tres hombres y dos mujeres, una de ellas se incorporó más tarde, lo supe cuando uno de los hombres vino a la barra a por un vaso ancho para la mujer que había llegado. No la vi entrar. Me pidieron una botella de Chivas y una de Beefeater. Cuando ha venido el tipo a pagar me ha dicho que le cobrara las botellas enteras.
Mientras Lola me ponía al día, los clientes de la mesa del fondo se pusieron de pie y avanzaron hacia la salida. Dos de los hombres iban delante hablando entre ellos, detrás caminaba una de las mujeres con el otro hombre. Saludaron con una inclinación de cabeza al llegar a nuestra altura. La segunda mujer se había entretenido en la mesa y avanzaba con paso diligente para alcanzar a sus compañeros.
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Ines estaba en el almacén y Lola intentaba cerrar la caja del su turno. La mujer rezagada empezaba a dibujar su figura conforme se acercaba a la zona iluminada de la barra. Se adivinaba una silueta marcada de curvas insinuantes que se balanceaban con los golpes de cadera de un caminar firme y turbador. De pronto, como si un fogonazo hubiera invadido el local, el rostro de la mujer quedó iluminado mientras la oscuridad se apoderaba repentinamente del Búho de Oro. El mundo se detuvo, no lograba ver nada más que su rostro. La música y los otros sonidos desaparecieron, todo se inmovilizó a su alrededor. Nuestras miradas se encontraron y paralizaron al resto de al humanidad. Durante unos segundos nos miramos en silencio, inexpresivos, melancólicos...una película de imágenes ya vividas, de recuerdos y de emociones me aislaron del mundo. Ella avanzaba hacia mi con una caminar ralentizado y sin dejar de sostener mi mirada con unos ojos negros y penetrantes... y salió del Búho de Oro sin pronunciar palabra.
Miré mi reloj: las ocho menos tres minutos.
Busqué a Lola con la mirada.
-¿Qué vas a hacer ahora, Lola?
-Descansar un rato, tomar una ensalada, meterme en la ducha y volver al Búho sobre las doce de la noche.
-Te vas a casa, te duchas y nos vemos aquí sobre las 9.30. Te invito a cenar. Necesito hablar contigo.
Cuando entré en mi apartamento me dirigí al ordenador y lo conecté. Mientras se activaba abrí una cerveza sin alcohol y me senté frente al portátil. Cuando tuve delante los iconos tecleé la carpeta titulada INFORMEBUHO, encendí la impresora y apreté el intro. Mientras la máquina escupía las 32 páginas en las que había estado trabajando desde las 9 de la mañana me metí bajo la ducha sin saber si estaba soñando o la realidad me había abofeteado sin miramientos ni compasión. Me vestí con unos vaqueros y una camisa blanca, metí los 32 folios impresos en una carpeta y me fui al Búho de Oro a esperar a Lola.
Lola entró al Búho de Oro cerca de las 10 de la noche. Apuré de una trago el martini y salí a su encuentro antes de que llegase a la barra. Salimos del Búho y fuimos a cenar a la Reja Azul, donde había reservado una mesa en la segunda planta, en la zona más discreta del restaurante, la que solía ocupar cuando visitaba el restaurante de mi amigo Matias. Mientras esperábamos un plato de jamón y media botella de manzanilla abordé el tema directamente.
-Hoy he tomado una decisión, Lola: Dejo el Búho de Oro. Y te lo dejo a ti. En esta carpeta hay un informe sobre la rentabilidad del negocio, un resumen de las cuentas de clientes, proveedores y bancos; una lista de los proveedores y algunas anotaciones que te podrán venir bien.
-Perdón, ¿qué?
-¿Te apetece una manzanilla?