-Sé lo mismo que tú, Lola. Y mientras que Jerónimo esté en la UCI no podemos hablar con él.
-No me lo creo, jefe, no me creo que no sepa nada.
Lola tenía razón, no estaba siendo sincero. Es cierto que no sabía quién o por qué le habían disparado, pero me barruntaba que tenía relación con una conversación que tuvimos Jerónimo y yo días atrás en mi apartamento, justo el domingo pasado.
-Creía que librabas los domingos, Jerónimo.
-Así es, señor, pero tenía que comentarle algo.
Acababa de sacar una Alhambra Reserva del frigorífico y se la ofrecí a Jerónimo mientras abría de nuevo la nevera y cogía otra cerveza para mi. Le pedí que se sentara en el sofá y preparé unas aceitunas de la Explanada etiqueta negra que me mandaba un amigo de Alicante, unas patatas y unos berberechos de las rías gallegas con un poco de limón y pimienta y unas gotitas de aceite.
-Para comer tengo gazpacho y pipirrana con merluza. Espero que me acompañes.
-Gracias, señor, pero es cosa de unos minutos y no le molesto.
-No es ninguna molestia, pero primero cuenta qué te ha traído hasta aquí un domingo por la mañana.
-Verá, señor, se trata de la mujer de las ocho menos tres minutos. Como me dijo que no le hiciera caso no le he dicho nada cada vez que ha venido. En realidad no me molesta, ¡y qué quiere que le diga!, está de muy buen ver y me alegra las mañanas que viene a la portería.
-¿Viene muchos días?
-Lunes, miércoles y viernes de cada semana. Pero ya le digo, no me importa. Llega a las siete de la mañana, me saluda y me pregunta si está usted en el apartamento. A veces le digo que sí, otras le digo que no, pero a ella no parece que le importe lo que le responda y se sienta en el sillón hasta las ocho menos tres minutos, entonces se levanta, se despide muy amablemente y se va. Eso es todo. Bueno, eso era todo. El miércoles pasado en lugar de la mujer vino un tipo grande y malencarado que con voz hosca y malhumorada me preguntó por usted. Le dije que no estaba y que si quería que le trasmitiera algún mensaje me podía dejar su nombre y el recado. Sin responder me miró con unos ojos que no olvidaré jamás y se dejó caer en el sofá de la entrada. Eso eran las siete de la mañana y estuvo allí hasta las ocho que se marchó sin despedirse.
-¿Por qué no me dijiste nada?
-Como ya le he dicho eso fue el miércoles, y ese día salí para mi pueblo para visitar a mi madre, la pobre está muy malita, señor. Como sé que ahora termina muy tarde de trabajar no quise molestarle a esas horas y pensé en llamarle más tarde, pero lo de mi madre se complicó y lo olvidé. Lo siento.
-No importa. Sigue.
-Regresé el viernes a las nueve y media de la mañana con la intención de contárselo, pero cuando bajó le noté molesto porque un cliente suyo, un tal Malaspulgas, había descubierto su apartamento. Pensé que no era el momento. Por cierto, que no sé si el viernes estuvo la mujer o el hombre.
-La mujer, estuvo la mujer. Eso me dijo Malaspulgas.
-Entonces debe de ser suya esta nota que encontré ayer entre los cojines del sofá de la entrada.
Cogí la nota que me ofreció Jerónimo y la leí dos veces en silencio
-No tiene firma ni destinatario.
-La letra es de mujer, señor. Estoy convencido de que es de la mujer de las ocho menos tres minutos y que se refiere a usted, aunque como ve parece que está dirigida a mi para que se lo trasmita.
Apuré de un trago la media cerveza que me quedaba en el vaso y volví a leer la nota:
Jerónimo me miraba en silencio esperando alguna explicación.
-Bobadas, pero gracias Jerónimo. Y si vuelve ese tipo me avisas, y mientras espera que baje llamaré a la policía. No tienes porqué preocuparte.
-¿Y si viene la mujer?
-La haces subir.
-¿La conoce, señor?
-No. No creo, Jerónimo, no creo.
Luna, amantes, noche...un millón de recuerdos se me agolparon en mi mente en un segundo.
-Jefe -Lola, que parecía estar dispuesta a arrancarme alguna confesión, me sacó de mis recuerdos- sólo quiero saber si estoy segura trabajando en el Búho de Oro. Lo de los tiroteos como que me asusta, Búho.
-No te preocupes, he hablado con Don Fortunato, el alcalde, y me ha prometido que reforzará la seguridad en la zona. Vamos a tener policía hasta en los cubatas, Lola.
-Entonces a trabajar como siempre, supongo.
-Como siempre no, más. La semana próxima tenemos luna llena. Lola, vamos a celebrar una fiesta: La Noche de la Luna Llena. Busca ideas.
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