-¿Qué te va mal como vas, Búho?. Mira que las mudanzas en tiempos de crisis son una temeridad. Malaspulgas te anima porque a él le da lo mismo y le va la marcha, pero mi obligación, como sacerdote, es velar por tu sosiego y paz de espíritu.
Después de exponer su propuesta Don Próspero había salido del local dejando a Malaspulgas y al cura debatiendo el tema mientras que Lola me miraba con el rabillo del ojo.
-¿Tú qué piensas Lola? -le pregunté-
-Nada, jefe, es asunto suyo
-No te creo, Lola. Algo piensas.
-Ya se lo dije, el mundo es más grande que su local.
-¿Y...?
-Pues que no cabe todo aquí.
Recordé haber leído que el Presidente del Gobierno tiene 600 asesores. Pobre -pensé- yo con sólo tres no he conseguido más que dudas y contradicciones.
El Sr. Braga, Don Pedro, antiguo viajante de lencería fina hasta que el puesto lo ocupó Pasión y que ahora trabajaba como jefe de compras de Don Próspero, se acercó silenciosamente hasta la reunión, sin duda para a poyar la tesis de su jefe.
-Medio chivitas, Lola, y se lo apuntas a Don Próspero. Bien, caballeros, conozco la propuesta de mi jefe y he de decir que "chapó", me quito el sombrero y le doy una palmadita en la espalda. El tío sabe de qué habla. Búho -sentenció-, Don Prospero acaba de hacerte un regalo que muchos quisieran. Las ideas, las buenas ideas, son lo que cuentan, y mi jefe las tiene. Encima te la regala, así se la ponian a Fernando VII.
Oyendo a Bragas no entiendo por qué lo despidieron ni por qué Don próspero lo tiene como jefe de compras, ¡lo suyo es vender!.
-¿No dice nada, jefe?
-Lola, creo que voy a dar una vuelta por el Paseo, necesito sentir la brisa del mar.
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