-Lo que me contó mi ex, la que estuvo en Yeserias. Yo siempre me he librado, por los pelos pero me he librado. No me creo que hayas pasado por el talego, Búho.
-No, por la cárcel de barrotes, no.
-¿Hay otra cárcel?
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La dulce voz de Lola sonó con firmeza y me devolvió a la realidad ante la cara de asombro de Malaspulgas.
-No queda Chivas, jefe, y Don Próspero está al punto de llegar.
-En el almacen, justo detrás del JB hay una botella. La de las emergencias.
Lola suspiró de alivio. Y con el suspiro se abrió la puerta empujada por el comerciante. Don Próspero sonrió, saludó, y dirigiéndose a Lola le pidió "lo de siempre" mientras dejaba caer un sonoro palmetazao en la espalda de Malaspulgas.
-¿Qué, Malaspulgas, te has ganado hoy el pan?
-Por lo menos el cubata, Don Próspero. Búho me estaba hablando de cárceles y eso se merece un copazo.
-¿Cárceles?. ¡Coño que conversación!. Pues yo una cosa os digo: vacías están. Más gente tenían que meter, que ya no se puede circular por la calle ni dejar la puerta del negocio abierta. ¿No crees, Búho?
-En realidad no era ese el fondo del tema. Pero tampoco es cosa de tratarlo ahora.
-¡Muy bien Búho, seguro que hablas de la cárcel del alma! -Don Ángel surgió de la nada y su potente voz de cura preconciliar retumbó en todo el local- . Esa es al verdadera cárcel, la de la lujuria, la avaricia, la envidia, la gula...
-¡Vale, Don Ángel, vale !,no nos recite los pecados capitales. Yo sólo iniciaba una reflexión con Malaspulgas, pero como he dicho, no es el momento. Tomen algo, señores.
Lola le acercó el Chivas a Don Próspero y le inquirió con la mirada al cura qué quería tomar. Esas miradas de Lola siempre turbaban al sacerdote, y ella lo sabia. Después de unos segundos de espera Lola le sirvió una copa de anís "El Mono". Don Ángel lo apuró de un trago y paseaba su mirada por las botellas del expositor para no encontrase con la de Lola. Todos sabíamos que Lola se divertía con ese juego inocente que tenia con los nervios destrozados al cura.
-Si por culpa de estos jueguecitos pierdo un cliente te descontaré los beneficios que le saco al cura de tu sueldo, ¿entendido?
-Vamos, jefe, -los susurros que nos estábamos cruzando habían puesto a Malaspulgas alerta- si el pater no paga nunca, ¿qué me iba a descontar?
-Perdonar que interrumpa tanto secreto, pareja, pero tengo que hablar contigo, Búho.
Malaspulgas se encaminó hacia el final de la barra haciéndome una señal con la cabeza para que le siguiera.
-Oye, lo de la cárcel, me he perdido.
-¡Joder, ahora con eso!
-No, de verdad, Búho, quiero saber de qué iba el asunto.
-¿Y ese interés?
-Necesito temas de conversación. Me asusta que Pasión piense que solo pienso en lo que ella piensa que pienso. Quiero demostrarle que también puedo tener una conversación con ella. Y, oye, el tema de la cárcel sin rejas parece interesante.
-Amigo, te has librado de la cárcel, pero no de la carcelera
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