25 may 2009

El Paseo

Llevaba veinte minutos disfrutando del aire limpio y fresco que me llegaba del mar cuando me pareció adivinar la figura de Pasión en cuclillas delante de un top-manta extendido en el Paseo. Me paré, miré detenidamente y sí, era Pasión eligiendo un CD pirata. Me acerqué sin que ella se percatase de mi presencia.

-¿Pasión o Jacinta, cómo tengo que llamarte?
-¡Joder Búho!, vaya susto me has dado. ¿Qué haces por aquí?.
-Metiéndome un chute de aire fresco. ¿Y tú?
-Nada, echaba un vistazo a los Cd´s mientras espero a un cliente.
-Muy bien, pues nada, yo sigo. Por cierto, ¿dónde tienes la lista de boda... Jacinta?
-Vale, está bien, vamos a esa terraza, me invitas a un café y te cuento.

Mi amistad con Pasión viene de muchos años atrás, y nuestra relación fue singular e imprecisa desde le primer día. Me presentaba a sus novios y pedía mi opinión como si fuese su hermano mayor, pero buscaba el refugio de mi viejo apartamento y el consuelo de mis mimos cuando se sentía abatida. Y nunca, ni en los momentos de mayor complicidad, me desveló su secreto.

-Primero: llámame Pasión; segundo: Fortunato es mi padre; tercero: llegué aquí con Don Benigno, el cura de la aldea que le contó a mi padre que tenía una hija.
-¿Y el cura te dejó aquí?
-Don Benigno tenía una hermana casada con un pescador gallego y decidieron trasladarse hasta aquí. El barco con el que faenaba en Galicia naufragó y él se salvo gracias a un milagro, según Don Benigno. Eso lo interpretaron como una señal divina que les decía que tenían que mudarse a aguas más tranquilas. Eso, unido a que el sacerdote había localizado a mi padre y a que el matrimonio no tenia hijos y yo me había quedado sin familia en Galicia, les convenció de que tenían que venirse a vivir a orillas del Mediterráneo. Primero llegaron los que serian mis padres adoptivos, y Don Benigno me trajo con él cuando se reunió con mi padre. Fortunato nunca supo nada de esto.
-Nunca te hubiera imaginado gallega
-Tenia cinco años cuando llegué, Búho.
-¿Por qué no me lo contaste nunca?
-¿A quién?. Nunca supe si eramos amigos, hermanos o amantes. No sabía a quién debería de confesarle una cosa así. Lo siento. Además, le había prometido a mis padres adoptivos y a Don Benigno que mantendría el secreto hasta que me fuera a casar, solo entonces me pondría en contacto con mi padre biológico.
-¿Y tus padres de adopción?. Me dijiste que tus padres habían muerto y que vivías con unos tíos.
-La primera parte es verdad. Tenia quince años cuando sufrimos una accidente de coche al volver de Sevilla de visitar la Expo. Yo no sufrí daños, pero ellos murieron en el mismo momento. Otro milagro, según Don Benigno. Los padres de una amiga me acogieron en su casa, a cambio yo ayudaba en las tareas del hogar. Así durante tres años, luego me busqué un apartamento y me independicé. Estuve trabajando de camarera, sirviendo copas en los garitos del Paseo. Ganaba un buen dinero, pero después de cinco años comencé a cansarme de la noche. Y fue cuando te conocí y comenzó mi carrera como comercial. El resto, más o menos, lo sabes.

Sonó el móvil, era Lola en busca de ayuda.

-Jefe, esto se ha llenado, Malaspulgas me está echando una mano, pero no estaría de más que se viniera para el Búho.

Colgué, pagué los cafés y me dirigí al top manta. Elegí un CD y regresé a la mesa, Pasión permanecia sentada con una lagrimita asomandole a los ojos. Le di un beso en la frente y dejé el Cd sobre la mesa.

-Sé felíz, Pasión.

24 may 2009

La propuesta

-Yo que tú pensaría lo que dice Don Próspero, Búho, me pondría a pensar a tometer. Pamí que lo que dice está de putamadre. No veas lo que iba a ganar el Búho de Oro. Renovar o morir, chico.
-¿Qué te va mal como vas, Búho?. Mira que las mudanzas en tiempos de crisis son una temeridad. Malaspulgas te anima porque a él le da lo mismo y le va la marcha, pero mi obligación, como sacerdote, es velar por tu sosiego y paz de espíritu.

Después de exponer su propuesta Don Próspero había salido del local dejando a Malaspulgas y al cura debatiendo el tema mientras que Lola me miraba con el rabillo del ojo.

-¿Tú qué piensas Lola? -le pregunté-
-Nada, jefe, es asunto suyo
-No te creo, Lola. Algo piensas.
-Ya se lo dije, el mundo es más grande que su local.
-¿Y...?
-Pues que no cabe todo aquí.

Recordé haber leído que el Presidente del Gobierno tiene 600 asesores. Pobre -pensé- yo con sólo tres no he conseguido más que dudas y contradicciones.
El Sr. Braga, Don Pedro, antiguo viajante de lencería fina hasta que el puesto lo ocupó Pasión y que ahora trabajaba como jefe de compras de Don Próspero, se acercó silenciosamente hasta la reunión, sin duda para a poyar la tesis de su jefe.

-Medio chivitas, Lola, y se lo apuntas a Don Próspero. Bien, caballeros, conozco la propuesta de mi jefe y he de decir que "chapó", me quito el sombrero y le doy una palmadita en la espalda. El tío sabe de qué habla. Búho -sentenció-, Don Prospero acaba de hacerte un regalo que muchos quisieran. Las ideas, las buenas ideas, son lo que cuentan, y mi jefe las tiene. Encima te la regala, así se la ponian a Fernando VII.

Oyendo a Bragas no entiendo por qué lo despidieron ni por qué Don próspero lo tiene como jefe de compras, ¡lo suyo es vender!.

-¿No dice nada, jefe?
-Lola, creo que voy a dar una vuelta por el Paseo, necesito sentir la brisa del mar.


21 may 2009

Un Alcalde en el Búho de Oro

Eran cerca de las tres de la mañana y el local estaba especialmente animado. Además de las habituales mesas con parejas que agotaban juntos el último suspiro del día, en la barra se habían concentrado parte de los parroquianos habituales, y cada cual tenía sus motivos para estar en el Búho de Oro a horas tan poco frecuentes. Don Ángel, el cura, tomaba su copita de anís después de haber administrado la extremaunción a un moribundo del bloque vecino, "este hombre lo ha hecho bien Búho, me ha llamado a mi antes que a los médicos. No sé si salvará su cuerpo pero el alma ya está curada". La explicación de Don Severo, el maestro, también tenía su aquel, "¡qué dura es la vida del maestro, Búho!, fíjate a que horas termino con las clases particulares". Don Próspero, el acaudalado comerciante, ponía cara de pocos amigos cuando me contaba que un vendedor de trajes de sky le había dejado plantado, "así es que no sé si meter la sección de nieve en las tiendas, Búho". Malaspulgas tenía el semblante serio y no articulaba palabra, y todo a cuenta de una bronca con Pasión. "A ver si tú lo entiendes, Búho, sólo le he preguntado si se quería casar conmigo, nada más. Pues no veas cómo se ha puesto, sobretodo cuando le he aconsejado que, una vez casados, el apartamento lo pusiera a nombre de los dos, de la unidad familiar...". Lola, a pesar de la hora, también estaba en el local cuando se solía marchar no más tarde de la una de la mañana.

-¿Hoy no te vas, Lola?
-No tardaré mucho, jefe. El caso es que como no estoy cansada y he visto movimiento en el local he decidido quedarme un ratito, pero tranquilo que esto no se lo cobro.

Había estado observando a Lola y a Don Próspero en busca de miradas cómplices, pero o lo llevaban muy discretamente o me estaba equivocado.
El reloj de pared que había al principio de la barra marcaba las tres y cinco, por lo que me dispuse a apagar las luces de la calle. Suelo apagar las luces que adornan la fachada del Búho para evitar que entren nuevos clientes a partir de las tres. Bastante trabajo supone aguantar y despejar poco a poco a los que hay como para recibir a nuevos clientes que, a estas horas, suelen venir bastante animados. En el preciso instante en que se pagaban las luces entró un cliente al Búho.

-Lola, hazme un favor, acércate al tipo que ha entrado y comprueba qué pinta trae. O mejor, dile directamente que hemos cerrado.
-No puedo, jefe. ¿No ha visto quién es?.
-Desde aquí no lo distingo -Lola no solo tenía ojos de gata, también la vista era de felino-, ¿tú lo reconoces?
-Es Fortunato Provecho
-¿El alcalde?
-El mismo. Y parece que se dirige a la "mesa invisible".

Llamábamos la "mesa invisible" a la que estaba colocada detrás de una columna en una esquina del local. Era una mesa muy solicitada por parejas que necesitaban discreción en sus encuentros. Era evidente que la visista del alcalde no era oficial, de manera que fui personalmente a atenderle.


-Vaya sorpresa, Fortunato, ¿qué haces por aquí?
-¿Qué tal búho, cómo te va?. Necesitaba un lugar discreto y me he acordado de ti. ¿Crees que me ha reconocido alguien?
-La camarera, pero eso no es problema. ¿Qué te trae por aquí?, no nos vemos, ¿desde cuándo, desde la ultima campaña para alcaldia?
-Por nuestra vieja amistad, Búho, necesito que me eches una mano. Es un asunto delicado.

Conocí a Fortunato cuando comencé a viajar por estas tierras enviado por mi antigua empresa. De eso hacia cerca de veinte años y Fortunato era dueño de un puticlub de postín. En realidad esto sólo lo sabíamos muy pocas personas, y nunca, nadie, lo hizo público. Claro que el silencio de las otras tres o cuatro personas que lo sabían le salio caro. El mio fue prácticamente gratis, únicamente le pedí, siendo alcalde, que acelerara los tramites para la apertura del Búho de Oro.

-Tengo un cita
-¿Una mujer?
-Sí, pero no es lo que piensas. Se trata de mi hija.
-¿Hija?. Sólo te conozco dos hijos, ninguna hija
-Yo tampoco la conozco. Verás, antes de llegar a esta tierra estuve casado en mi Galicia natal. Era muy joven y el matrimonio no funcionó. Nos separamos y al año siguiente, estando yo aquí, mi mujer murió. Lo que no sabía es que estaba embarazada cuando me dejó.
-¿Y por qué piensas que es hija tuya?
-Pocos años después de la muerte de mi mujer me localizó el cura de mi aldea. Estaba al corriente de todo, me contó que mi mujer sabia que estaba embarazada cuando nos separamos, pero que no me lo quiso decir para que no la molestara. Fue ella qien me dejo. El cura tenia instrucciones de no decirme nada salvo que le ocurriera algo a ella. Al morir me buscó y me lo contó. Pero no podía ver a la niña, al menos hasta que se casara. Ese era su compromiso.

Reconozco que estaba perplejo. La historia era demasiado complicada para ser una simple justificación de una cita clandestina. No sabía qué decir y necesitaba un trago, pero no podía moverme de aquella mesa por lo que llamé a Lola con el móvil y le pedí un par de wiskys. Cuando nos lo sirvió Lola le avisé de que no dijese ni una palabra de esta visita.

-El caso es que Jacinta, ese es su nombre, me ha llamado hace una par de hora y me ha citado en El Búho de Oro. Según me ha dicho lleva varios días en la ciudad esperando el momento. Y es ahora.
-Joderrrrr -no me salio otra cosa-. Y dime, ¿cómo os vais a reconocer?
-Entrará en le Búho y te pedirá un libro de Benito Pérez Galdós,ya sabes, el autor de Fortunata y Jacinta.
-Muy ocurrentes, ¿también se dedica a la política?. Bastaba con que pidiera un orujo, ya sabes, por lo de gallego.Bueno,será mejor que me acerque por la barra por si llega. ¿De verdad que no sabes cómo es?
-Sólo sé que tiene treinta y tres años y si se parece a su madre será morena y muy atractiva.
-Espero que no se parezca a ti.

Cuando me alejé de la mesa invisible vi que estaba toda la parroquia puesta en fila con la espalda pegada a la barra y esperando que les dijera alguna cosa.

-Sin novedad, señores. Y vayan apurando las copas que habrá que cerrar.

Se revolvieron al mismo tiempo formando un corrillo y murmurando Dios sabe qué. Me metí detrás de la barra y llamé a Lola para pedirle que me ayudara a despejar el escenario cuando observé que la puerta se estaba abriendo. La puerta se iba abriendo muy despacio, de momento se detuvo y asomó una cabeza con melena. Sin duda una mujer.

-Me caguenlaleche, ¿tú qué haces aquí? -el que gritaba era Malaspulgas que, crecido, se dirigió a la mujer recién llegada para seguir increpándola- ¿Qué pasa, que me echas de casa y vienes ahora buscarmen, no?. pues que sepas que estoy con mis amigos y de aquí no me muevo, así que ya puedes ir pidiendo perdón y largardote a casa a esperar que llegue.

Pasión miró a Malaspulgas durante unos segundos y luego se dirigió hasta el punto de la barra donde estábamos Lola y yo.

-Perdona, Búho, pero ¿no tendrás algún libro de Benito Pérez Galdós?

19 may 2009

Mr, Mrs

Lola tenía por costumbre bajar la intensidad de la luz del Búho de Oro justo a las doce de la noche. Se creaba una media luz, una cálida penumbra que aislaba las mesas, que independizaba a los clientes y trasformaba la atmósfera en íntima y confidencial. En sólo unos instantes se conseguía que las voces se tornaran murmullos y que el humo de los cigarros embriagaran el ambiente. Me gustaba ese momento de mutación.

Aquella noche, aunque primavera avanzada, soplaba un viento ruidoso y una cortinilla de agua mojaba el rostro de las pocas personas que caminaban por la calle. La puerta del Búho de Oro se abrió de forma pausada, lenta y pesada; tanto que nos dio tiempo de observarla y cotillear quién entraba. Apareció una figura envuelta en un impermeable gris oscuro con forma de capa, una gorra de doble visera y un bastón de madera de buena calidad con empuñadura de plata. Se paró a la entrada, sacudió el agua de su impermeable y se quitó la gorra. De camino hasta la barra sacó una pipa curva de su chaqueta a cuadros y pidió un coñac al tiempo que señalaba el fondo del local. Se sentó en la mesa situada en la esquina más remota, sin apenas luz, donde solían refugiarse las parejas que buscaban intimidad. Lola le llevó una copa de Napoleón. Desde la barra observábamos la mesa del desconocido, pero apenas se distinguía poco más que la turbadora silueta de Lola envuelta por el humo de la pipa.

-¿Quién coño es ese, Búho?
-¡Y yo qué sé, Malaspulga, y yo qué sé!. Además, no es cosa nuestra, es un señor que ha venido a tomar una copa, y punto.
-El caso es que no me es desconocido. Me recuerda a alguien, pero no lo acabo de ubicar. -Don Severo, el maestro, se frotaba la barbilla como si de allí  fuera a sacar alguna idea-
-No lleva portátil ni agenda, desde luego no es un vendedor -sentenció Don Próspero-
-¿Y si es un policía?
-¿Qué pasa si lo es, Malaspulgas?. No me jodas que te están buscando y has venido a mi local a esconderte.
-¡Cómo voy a hacer eso, Búho!. Que no hombre, que no. Lo digo porque parece que está reflexionando y analizando, que lo he visto en las pelis.
-No digas bobadas Malaspulgas, desde aquí no se distingue nada.
-Por la pose es por lo que lo digo.
-Ya está bien caballeros, cada uno a lo suyo.

Entré en el almacén buscando a Lola que estaba organizando las botellas de wisky por orden alfabético.

-Oye, Lola,  ese tipo, ¿te a dicho algo, has notado algo?
-No lo sé jefe, desde luego es extranjero. Por el acento más que nada. Sí, seguro, es guiri total. Yo diría que es ingles, pero no sé, no habla como los otros guiris que vienen por aquí.
-Creo que deberíamos de acercarnos, por si quiere algo. Yo iré.

Cojí una bandeja para que me identificara como camarero y crucé el Búho hasta la mesa del desconocido. Me lo encontré con medio cuerpo girado de espaldas y agachado. Cuando sintió mi presencia se volvió y me miró, después de unos segundos de silencio me dijo en voz baja:
-Cocaína. Al 7%. Nadie se da cuenta y me ayuda a concentrarme, hoy tengo un asunto difícil entre manos.
-Señor, aquí no se peremiten las drogas. Lo siento, pero le agradecería que saliera del local.
-Hagamos una cosa, caballero, puesto que nadie se ha percatado, a excepción suya, hagamos que no me ha visto y le prometo que no volverá a suceder. A cambio le dejaré una generosa propina.
-Está bien, pero la propina se la deja a la camarera.

Regresé a la barra sin saber si había hecho lo correcto permitiendo que aquel tipo se quedara en el Búho de Oro. Turbado con esa duda no me di cuenta de que había entrado una mujer al local hasta que me habló.

-Buenas noches, ¿es el encargado?
-Más o menos. Buenas noches señora, ¿qué le sirvo?
-De momento nada, vengo en busca de un caballero alto, delgado, con acento inglés y que fuma en pipa de calabaza.
-Lo tiene al fondo del local, en la última mesa.
-Gracias, ¿le importaría anunciarme?
-¿Perdón?
-Que si es tan amable de decirle que estoy aquí

A Malaspulgas le creían los ojos por momentos. Don Próspero se tomó su medio Chivas de un trago y Lola se metió en el almacén tapándose la boca y ahogar una carcajada. Don Severo era el único que mantenía el temple y permanecía serio y observador.

-¿A quién hemos de anunciar?, -preguntó Malaspulgas tragándose la risa-
-Soy Irene...
-¿Adler?, -interrumpió Don Severo-.
-Claro, quién si no.

Nos volvimos sorprendidos hacia el maestro preguntándole con gestos quién era la tal Irene Adler.

-Caballeros -dijo el maestro engolando la voz-, no se lo van a creer, pero permitan que primero acompañe a la señora.

Fue sorteando las mesas seguido de la mujer hasta unos metros antes de llegar al rincón del desconocido, donde se volvió y le pidió que esperase; después se adelantó y se dispuso a decirle algo al inglés.En ese preciso instante Lola cortó el volumen de la música, lo que provocó un momentáneo silencio en el local, lo suficiente para oír cómo Don Severo hacía las presentaciones:

-Mr Holmes, Mrs Adler

-Una cosa le digo, jefe -Lola susurraba las palabras sin apartar la mirada de los ingleses- el mundo es más grande que su local.
-Lo sé
-Y más emocionante
-También. Y sólo hay que abrir la puerta.
-Eso.

18 may 2009

Memoria y Más Memoria

 Pregunto: ¿Qué periodo abarca la "memoria histórica"?. La pregunta es fruto de mi ignorancia y perplejidad. Se están identificando momentos históricos distintos como es la guerra civil,36-39, y la dictadura,39-75, con Franco como elemento de conexión. El argumento de que la historia es una sucesión sucesiva de sucesos sucedidos sucesivamente, según la manida definición, y que por lo tanto no se pueden separar esas dos etapas, también debe ser de aplicación para las épocas anteriores a la guerra civil. ¿Dónde y con qué criterio se fija el punto de salida?. ¿Hasta dónde nos podemos retrotraer para revisar la historia?. ¿Empezamos en la II República, en la Restauración, en las guerras carlistas, en la I República o tomamos la figura de Fernando VII como referente?. 

    Tal vez en la primavera de 1814, cuando la Constitución de Cádiz sufre la primera embestida y es abolida por Fernando VII frustrando el camino del parlamentarismo, sea cuando España pierde definitivamente el compás de las naciones más avanzadas y comienzan unos males que dan paso en una traca de guerras civiles. Y hasta hoy, eso creo. ¿Qué hacemos, procesamos a Fernando VII?. A ver qué dice Garzón.

    Claro, cabe ir retrocediendo hasta los Reyes Católicos. Hay quien ha dado el salto atrás para explicar los conflictos nacionales, pero ¿por qué quedarse en los Reyes Católicos?. Un ojo en el retrovisor y veremos a los moros, los visigodos y los romanos. Sin olvidar a los griegos, cartaginense, fenicios y celtas. Hay material para "revisar".

    ¿Hasta dónde?, pregunto. Gracias.

Jeremías

(para monoverpuntocom)

12 may 2009

Una inmunda partida de poquer

  Pregunto: ¿Qué periodo abarca la memoria histórica?. La pregunta es fruto de mi ignorancia y perplejidad. Se están identificando momentos históricos distintos como es la guerra civil,36-39, y la dictadura,39-75, conectándolas con la figura de Franco, general y dictador. La explicación de que la historia es una sucesión sucesiva de sucesos sucedidos sucesivamente, según la manida definición, y que por lo tanto no se pueden separar esos dos momentos,también debe de ser buena para iniciar la "memoria histórica" en las etapas anteriores a la guerra civil. ¿Dónde y con qué criterio se fija el punto de salida?. ¿Hasta dónde nos podemos retrotraer para revisar al historia?. ¿Empezamos en la II República, en la Restauración, en el periodo de las guerras carlistas, en la I República o tomamos la figura de Fernando VII como referente?. Tal vez en la primavera de 1814, cuando la Constitución de Cádiz sufre la primera embestida y es abolida por Fernando VII abortando el camino del parlamentarismo, sea cuando España pierde definitivamente el compás de las naciones más avanzadas y comienzan unos males que desembocan en una traca de guerras civiles. Y hasta hoy, eso creo. ¿Qué hacemos, procesamos a Fernando VII?. A ver qué dice Garzón.

    Si nos entretenemos hurgando en la guerra civil, la dictadura o las revoluciones del siglo XX es porque las del XIX nos pillan muy lejos. ¿O nos metemos en harina?. Material hay.

  Esta inmunda partida de póquer donde se puja con los muertos encima de la mesa me provoca arcadas. Si el camino de la reconciliación se ha roto y ahora circulamos por la senda del "ajuste histórico" intentando saber quién fue más hijoputa y mató más, quién violó a más vírgenes o quién rellenó las cunetas con más cadáveres, si ese es el nuevo camino y es lo que queremos remover aunque no hayamos conocido al dictador y nos repugne su regimen, entonces tenemos la historia, el país y los dirigentes que nos merecemos. Una mierda.

Jeremías (lo de azul es el texto que se remitió)
    
Le mandé a monoverpuntocom lo que está en azul. Me pareció que no casaba bien este último párrafo con los anteriores. Además, creo que a la gente le cuesta leer más de cien palabras seguidas

11 may 2009

Un mariachi en el Búho

-Jefe, Malaspulgas está malmetiendo.
-¿Qué le pasa? -Lola interrumpió mi búsqueda en el Google y tuve que dejar para más tarde la solución del enigma -
-Está nervioso, le he oído decir que va a llamar a los de sanidad del Ayuntamiento.
-¿No estaba limpios los vasos, Lola?
-No es eso, creo que debe de acercarse.
El rufián estaba rodeado de clientes y gesticulaba de manera teatral. Alguno de ellos asentían y parecía que le daban la razón. A medida que me acercaba a la mesa donde estaba iba bajando la voz, de manera que no pude escuchar el tema de su enfado.

-Hola, Malaspulgas, ¿va todo bien?
-Pues no, Búho, no va bien. Fíjate en la mesa del fondo, la que está junto al servicio.
-La verdad es que el tipo parece original
-¿Original?. ¡Por Dios, Búho, ese tío va vestido de Mariachi y no deja de toser!.
-Es lo bueno de esta tierra, Malaspulgas, cada uno va vestido de lo que le da la real gana.
-¡De mariachi, Búho, de mariachi, va vestido de mariachi!. ¡Y tose!. ¿No te das cuenta?. ¡Es un mejicano con gripe!. Y creo que empiezo a tener fiebre



-¡Anda ya, Malaspulgas!. No seas hipocondriaco. Será el tabaco. El mejicano no hace más que fumar.
Que no, Búho, que no!. Ese tío trae la gripe del cerdo. Yo llamo a Sanidad, pero ya.

Me acerqué hasta la mesa del individuo vestido de mejicano con el pretexto de limpiar la mesa. Estaba acompañado de una "Bella señorita", que es como estos tipos llaman a las putas que sacan del todogolfas.com
-Perdón, señor -me dijo entre toses- la dama desearía otra botellita de champán, y para mi otro José Cuervo, si es tan amable.

Lo de la tos del mejicano ya empezaba a preocuparme, pero lo de la "bella señorita" y el champán, como si el Búho de Oro fuese un lupanar, no lo podía consentir. Me había costado mucho esfuerzo conseguir que el Búho de Oro fuese un lugar intimo, de confidencias y desahogos al mismo tiempo que respetable, como para que me lo echara a perder un turista salido.

-Lo siento caballero, no nos queda cava y el tequila está caliente.

Estaba terminando la frase cuando irrunpieron en el local unos individuos disfrazaros de astronautas. Miré instintivamente a Malaspulgas y le pillé con una media sonrisa en los labios.

-Quedense donde están, no se preocupen, no pasa nada, es sólo una medida preventiva. ¿Quién es el encargado?

-En realidad la encargada eres tú, Lola. Yo sólo soy el jefe.

-Vamos Búho, déjate de bromas.

Deje pasar unos segundos para ver cómo se organizaba esta gente. El mal ya estaba hecho, de manera que no estaba de más aprender.

-¿Qué sucede, señores?. Yo soy el responsable del local.

Me explicaron que habían recibido una llamada denunciando un caso de gripe contagiosa y que ellos, siguiendo el protocolo, tenían que aislar el local y someter a los clientes y al personal a unas pruebas para comprobar si alguien sufría la gripe. El espectáculo fue impagable para los vecinos: se formó un pasillo de "astronautas" por donde íbamos pasando todos los que estábamos en el local hasta subir a un autobús con las ventanas ciegas mientras que un enfermero nos colocaba termómetros en la boca.

Pasaron dos días hasta que se aclaró que nadie tenia la gripe y que el mejicano sufría un resfriado común agravado por el tabaco.

-¿Entonces todo este follón lo ha montado Malaspulgas?
-Eso parece, Don Ángel, ya ve lo que las palabras de un indocumentado pueden provocar.
-Bueno, Búho, seguro que lo haria con buena intención.
-Dígame una cosa, pater , ¿usted no se ha parado a pensar que los curas hacen más o menos lo mismo?
-Cuidado, Búho, no sé qué quieres decir, pero ciudado
-Alarman hablando de pecados que luego los descatalogan, y de infiernos que después ponen en duda.
-Los curas nunca tenemos dudas
-Pues enhorabuena, pater -dicho esto me refugie en el almacen y tecleé en el Google "mujer ocho menos tres minutos"-

7 may 2009

Hechicera

-Un wisky doble, Búho.
-Traes mala cara, Malaspulgas. Le digo a Lola que te lo ponga.
-No, sírvelo tú. No quiero ver a ninguna mujer.
-Está bien, cuenta.
-Nada, Búho, que pasó lo que tenia que pasar. Es Pasión. Anoche quedamos en vernos en su casa. Yo llegué temprano, por eso no vine por aquí, y preparé la cena. Y nada de un filete a la plancha, ¡qué va!. Me arriesgué con un conejo al horno, tal y como tu me explicaste, con sus piñones, su tomillito, su pasta de guarnición y con una botella de rioja...pero no apareció.
-¿Le pasó algo?
-A las dos de la mañana me largué ciego de ira. Al bajar del piso, el tío del bar, que estaba retirando la terraza, me miró y sonrió. Lo peor ha sido cuando me he enterado de que estaba con unos tíos.
-Serian unos amigos, Malaspulgas.

-¿A las dos de la mañana?
-¿Has hablado con ella?
-Sí. Me ha dicho que estaba con una amiga y unos amigos de su amiga. ¿Tú te crees?
-Todo es posible. Pero ya que me lo preguntas, no, no me lo creo. O sí, pero seguro que no estaban de meditación trascendental
-¡Anda que tú también me ayudas!
-Quiero decir que estarían tomando una copita.
-Eso es lo que me temo, Búho, porque ya sabes que una cosa lleva a la otra.
-¿Habéis roto?
-Ella dice que no hay motivo.
-Lo olvidarás, si la quieres lo olvidarás
-¿Tú crees?
-No, la verdad es que no lo creo, pero lo aparentarás. Le harás creer que lo has olvidado, que no le has dado importancia y ella se lo creerá. Suele pasar, Malaspulgas, suele pasar.
-¿Crees que lo debo de olvidar?
-Creo que lo debes de asumir.
-¿Asumir que se ha ido con otros?
-Asumir que, como mujer, es hechicera y te ha embrujado. No puedes hacer nada

6 may 2009

Amanecer interruptus

Me despertó el aire fresco de la mañana. La noche anterior dejé abierta la puerta de la terraza y me quedé dormido escuchando el concierto de Robbie Williams en el Royal Alberte Holl de Londres. Abrí los ojos y vi que le día quería despuntar. Me levanté del sofá empujado por el frío, me puse la chaqueta y salí a la terraza para encontrarme con los primeros rayos del sol sobre el horizonte del mar. Es un espectáculo que siempre me ha fascinado: el choque de dos poderes, de dos fenómenos de la naturaleza que se disputan el protagonismo y se complementan en belleza, el mar y el sol cara a cara. Justo en ese momento, cuando el día apaga la noche y parece que el mar también despierta es cuando más frío siento, de manera que decidí prepararme un té para contemplar el espectáculo que se avecinaba.


Con la taza de té caliente entre las mano y arropado con una manta que distraje de Iberia, me acomodé en una hamaca con la vista perdida en el horizonte. Los instantes previos a la aparición de las primeras luces me producen un cosquilleo en el estomago difícil de explicar. Ahí estaba el primer rayo. Se abre el telón. Comienza el espectáculo.

La función que comenzaba no sólo era visual. Participaban todos los sentidos. El fresco mañanero te acariciaba la cara y te ayudaba a despajarte; el nuevo día traía sabores y olores frescos, nuevos, vírgenes y estimulantes; y toda la ceremonia estaba envuelta en un silencio que solo se rompía con el rumor de las olas y el aletear de las gaviotas. Durante unos instantes me transportaba al limbo de la vida, a un lugar donde no hay espacio ni tiempo...

Ring-ring...ring-rin...ring-ring...

¡Mierda!, había olvidado apagar el móvil. ¿Quién coño sería?. Lo dejé sonar hasta que se calló.

Ring-ring...ring-ring...ring-ring...

De todas formas el encanto del momento ya se había roto, así que saqué el teléfono del bolsillo de la chaqueta y miré la llamada perdida. No lo podía creer, era Jerónimo, el portero, llamando de madrugada. Mientras decidía si le devolvía la llamada, el teléfono comenzó a sonar de nuevo.

-Jerónimo, ¿sabes qué hora es?
-Lo siento señor, no lo he podido evitar, insisten en ir a su apartamento y como me tiene dicho que no deje subir a nadie he tenido que molestarle, aunque sabía que estaba despierto, de lo contrario no le hubiera llamado.
-Está bien, está bien
-¿cómo diablos sabia que estaba despierto?, desde luego era un profesional- ¿quién insiste en molestarme a estas horas?
-Señor, ¿recuerda que en cierta ocasión le llamé al Búho de Oro para decirle que había una mujer que quería verlo?. Es la misma mujer.
-¿Quién es, cómo se llama?
-No me lo quiere decir, señor. Sólo me dice que se alegrará de verla tanto como ella a usted.

No eran horas de recibir a nadie, y menos a una mujer desconocida, pero reconozco que despertó mi curiosidad. Repasé mentalmente las mujeres que se habían cruzado en mi vida y ninguna, estaba seguro, querría volver a verme. Y por otro lado, la hora. Nadie hace una visita a las siete de la mañana, salvo que eso sea un mensaje. Pasaban los minutos sin decidirme. La voz de Jerónimo se oía por el auricular el móvil

-¡Señor, señor!. ¿Qué hago?
-Dile que no estoy visible, que me acabo de levantar.
-Se lo he insinuado antes, señor, y me ha dicho que esperará en la entrada hasta las ocho menos tres minutos
-¿Ocho menos tres minutos?. Está bien, ya te diré algo. Buenos días, Jerónimo.

Miré el reloj: las ocho menos veinte. Me metí en la ducha dándole vueltas a la cabeza, pensando quién podría ser aquella misteriosa mujer de las ocho menos tres.
Volví a mirar el reloj mientras me preparaba un café: las ocho menos seis. ¿Estaría todavía en la entrada?. ¿Qué debería hacer?. El sonido de la televisión rompió mis divagaciones. Recordé que aquella semana tenia programanda la televisión para que se conectará automáticamente a las ocho menos cinco minutos.



Una catarata de recuerdos y de promesas se repartieron entre mi mente y mi pecho. Miré el reloj: las ocho menos cuatro. Busqué desesperadamente mi móvil -¡Dios, dónde está!-.¡ El telefonillo interno, eso es!, me lancé a la entrada del apartamento, descolgué el telefonillo y toqué insistentemente el timbre de la portería. El reloj: las ocho menos tres.

-¿Señor...?
-Jerónimo, la mujer, ¿sigue ahí?

5 may 2009

La cárcel

-¿Conoces la cárcel, Malaspulgas?
-Lo que me contó mi ex, la que estuvo en Yeserias. Yo siempre me he librado, por los pelos pero me he librado. No me creo que hayas pasado por el talego, Búho.
-No, por la cárcel de barrotes, no.
-¿Hay otra cárcel?



La dulce voz de Lola sonó con firmeza y me devolvió a la realidad ante la cara de asombro de Malaspulgas.

-No queda Chivas, jefe, y Don Próspero está al punto de llegar.
-En el almacen, justo detrás del JB hay una botella. La de las emergencias.

Lola suspiró de alivio. Y con el suspiro se abrió la puerta empujada por el comerciante. Don Próspero sonrió, saludó, y dirigiéndose a Lola le pidió "lo de siempre" mientras dejaba caer un sonoro palmetazao en la espalda de Malaspulgas.

-¿Qué, Malaspulgas, te has ganado hoy el pan?
-Por lo menos el cubata, Don Próspero. Búho me estaba hablando de cárceles y eso se merece un copazo.
-¿Cárceles?. ¡Coño que conversación!. Pues yo una cosa os digo: vacías están. Más gente tenían que meter, que ya no se puede circular por la calle ni dejar la puerta del negocio abierta. ¿No crees, Búho?
-En realidad no era ese el fondo del tema. Pero tampoco es cosa de tratarlo ahora.
-¡Muy bien Búho, seguro que hablas de la cárcel del alma!
-Don Ángel surgió de la nada y su potente voz de cura preconciliar retumbó en todo el local- . Esa es al verdadera cárcel, la de la lujuria, la avaricia, la envidia, la gula...
Vale, Don Ángel, vale !,no nos recite los pecados capitales. Yo sólo iniciaba una reflexión con Malaspulgas, pero como he dicho, no es el momento. Tomen algo, señores.

Lola le acercó el Chivas a Don Próspero y le inquirió con la mirada al cura qué quería tomar. Esas miradas de Lola siempre turbaban al sacerdote, y ella lo sabia. Después de unos segundos de espera Lola le sirvió una copa de anís "El Mono". Don Ángel lo apuró de un trago y paseaba su mirada por las botellas del expositor para no encontrase con la de Lola. Todos sabíamos que Lola se divertía con ese juego inocente que tenia con los nervios destrozados al cura.

-Si por culpa de estos jueguecitos pierdo un cliente te descontaré los beneficios que le saco al cura de tu sueldo, ¿entendido?
-Vamos, jefe,
-los susurros que nos estábamos cruzando habían puesto a Malaspulgas alerta- si el pater no paga nunca, ¿qué me iba a descontar?
-Perdonar que interrumpa tanto secreto, pareja, pero tengo que hablar contigo, Búho.

Malaspulgas se encaminó hacia el final de la barra haciéndome una señal con la cabeza para que le siguiera.

-Oye, lo de la cárcel, me he perdido.
-¡Joder, ahora con eso!
-No, de verdad, Búho, quiero saber de qué iba el asunto.
-¿Y ese interés?
-Necesito temas de conversación. Me asusta que Pasión piense que solo pienso en lo que ella piensa que pienso. Quiero demostrarle que también puedo tener una conversación con ella. Y, oye, el tema de la cárcel sin rejas parece interesante.
-Amigo, te has librado de la cárcel, pero no de la carcelera