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Se me dirá, y con razón, que la “gente de la cultura” también piensa y pueden tener sus propias convicciones al margen del mercadeo. Mi máximo respeto para ellos. Pero lo que no puedo aceptar es que, por el simple hecho de pertenecer a un colectivo, se tenga predeterminada la ideología y las creencias. Estas se suponen libres y personales.
La creación, y es mi opinión, no es de derechas ni de izquierdas, salvo la sectaria. El arte y el conocimiento necesitan, simplemente, de libertad para desarrollarse y eso no lo consiguen los gobiernos, lo logra un marco abierto, libre y tolerante. Un sistema de libertades. Otra cosa es la financiación. Y los artistas serán de derechas, de izquierdas o mediopensionistas según les salga de las narices.
La apropiación que el zapaterismo hace de la cultura –dice que los artistas son “gente libre, valiente y comprometida”, y que les apoya porque “son nuestros”, así, sin matices, en general y sin distinguir opiniones personales- me recuerda a los tercios del franquismo. Los cantantes, autores, actores y artistas en general, quedan encuadrados en el tercio artístico. De firme apoyo al régimen. ¡Adhesión inquebrantable!. Lo que opinen y sus convicciones quedan para la intimidad, y en secreto.
Son convicciones, y la mía es que la cultura, la creación, la inspiración, el trabajo, la vocación, el esfuerzo y el talento están reñidos con la condición de palmero agradecido. No me creo que “el mundo” enterito de la cultura esté con el PSOE, con el PP o con cualquier otro. Seria decepcionante, triste y para echarse a llorar que después de treinta años se mantuvieran los tercios
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